En la apacible playa de Salad Beach, en la isla tailandesa de Koh Phangan, la señora Pui, administradora de uno de los resorts de bungalow, aún se estremece al recordar el reciente crimen que ocurrió a pocos metros de su casa. Daniel Sancho asesinó y descuartizó a otro turista, esparciendo algunos de sus restos por el agua donde ella solía nadar todas las mañanas. La tranquilidad de la zona ha sido sacudida por este macabro suceso.
El chef español Daniel, de 29 años, es el responsable del crimen. En el Haad Salad Villa, un resort cercano, Sancho mató al cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta Arteaga, de 44 años. A pesar del horror del incidente, los alojamientos de la zona se encuentran llenos de reservas para casi todo el mes. Algunos empleados incluso bromean sobre la posibilidad de que el crimen atraiga a turistas interesados en dormir en lugares donde han ocurrido sucesos trágicos.
Aunque el ruido de las cámaras de televisión y la presencia policial han disminuido, la vida en Salad Beach ha vuelto a la normalidad de manera extraña. Sin embargo, nadie olvida lo que sucedió en ese lugar. El diario EL MUNDO, con la ayuda de un agente de la Policía de Koh Phangan presente durante la confesión de Sancho, intenta reconstruir los eventos que tuvieron lugar entre el 2 y el 4 de agosto en este tranquilo rincón de la isla.
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Según los testimonios recopilados, la disputa entre Daniel Sancho y Arrieta comenzó cuando el chef decidió poner fin a su relación con el cirujano. Arrieta, enfadado, trató de forzar a Sancho para tener relaciones sexuales, lo que llevó a una pelea violenta. Sancho golpeó a Arrieta en la cara y, posteriormente, lo estrelló contra el lavabo del baño. El colombiano sufrió heridas graves y finalmente murió.
Después de cometer el asesinato, Sancho intentó limpiar las pruebas y deshacerse del cuerpo. Utilizó herramientas que había comprado previamente, como bolsas de plástico, un cuchillo de picar carne, una sierra y productos de limpieza. Desmembró el cuerpo de Arrieta y lo colocó en bolsas de basura que guardó en la nevera de la habitación. Luego, llevó las bolsas con los restos a un kayak que compró y se adentró en el mar, liberándolos en el agua.
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Este brutal asesinato ha dejado una marca indeleble en Salad Beach, una comunidad que solía ser conocida por su tranquilidad. Ahora, los residentes y turistas se enfrentan a la conmoción y la perturbación causada por este espantoso acto de violencia en su querida playa.
