Se dice que los perros son los animales de compañía por excelencia en el mundo, además, porque estas especies tienen la mayor presencia y el más grande vínculo en cualquier estructura familiar de cualquier país o región más allá de su cultura o de su ubicación geográfica.
Por tal motivo, el comienzo de una relación que parece haber surgido de la siguiente premisa: “Cuídame de noche y yo te alimento de día”. Se trata de un lazo muy fuerte que marcó el inicio del contrato animal más dúctil, preciso y trascendente de toda la evolución del ser humano.
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Es por ello, que se especula que el contrato de mutuo acuerdo con el perro lleva más de 35.000 años y perdura hasta nuestros días. El vínculo, afortunadamente, se ha perfeccionado con el devenir de los años y se tiene una abundante cantidad de información sobre los canes y sobre cómo convivir con ellos.
Asimismo, investigaciones científicas muy recientes demuestran que el ser humano produce diferentes olores a través de la transpiración y el aliento, especialmente cuando están estresados. En ese contexto, los perros pueden percibir cambios muy sutiles en el olor del sudor consecuentes a situaciones de estrés.
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Esto se da en aquellos casos en los que una persona, tiene los mismos datos que el perro y se da información incorrecta. Pues el regaño, el reto o una actitud admonitoria de nuestra parte frente a un error específico de este animal que determina la típica actitud corporal con la mirada baja, la cabeza gacha y la cola escondida entre las patas, que construye una “reverencia de disculpas” ante nuestro enojo, claramente percibido por el perro al igual que otras situaciones como el estrés.
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