La reina Isabel II tiene que dosificar sus apariciones públicas y sus desplazamientos por el Reino Unido a cuenta de sus persistentes problemas de movilidad, comprensibles en una mujer que, aunque incombustible, ya tiene 96 años.
Pese a su reconocida capacidad de sacrificio y estoicidad, la soberana británica es plenamente consciente de que no puede abarcar con la vitalidad de antaño su apretada agenda de compromisos.
Aunque en principio suele negarse y protesta airadamente cuando tratan de convencerla de sus limitaciones, Isabel II en los últimos meses no ha tenido más remedio que someterse a las recomendaciones de sus doctores y cancelar determinadas citas de su calendario.
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Este fin de semana estaba previsto que la jefa del estado acudiera a uno de los eventos más significativos de sus vacaciones escocesas: la celebración de la competición anual que reúne todos los juegos tradicionales de las Tierras Altas del país.
Sin embargo, en las últimas horas se ha rumoreado que la reina tendrá que perderse uno de sus actos preferidos debido a los riesgos que entrañaría caminar o moverse más de lo debido.
“Se ha tomado esta decisión para el confort de la reina”, se ha limita a explicar una fuente cercana a palacio en conversación con el Daily Mirror.
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