La nueva versión de El rey león (1994) está aquí y a partir de mañana los fanáticos podrán revivir la historia de Simba, Skar, Mufasa, Nala, Timón y Pumba, en una cinta que no apela ni a la animación tradicional ni a la acción real, según ha dicho su realizador Jon Favreau. Un mix, a decir verdad, con sus bemoles y sostenidos, que podría defraudar a los más fanáticos y encantar a las nuevas generaciones.

Sin grandes aportes en la trama, la historia copia de pe a pa la versión original, realizando contados giros sorpresa al caletre de la cinta original. En la versión en inglés sus personajes pueden ser grises, a excepción de Skar, Mufasa, Pumba y Timón, siendo este último el que mejores resultados logra en la audiencia en su calidad de bufón. La escenas del par de alocados amigos de Simba otorgan el mayor atractivo del filme.

La banda sonora (Hans Zimmer) da un twist interesante a su versión original y engrandece los referentes de fondo de esta historia de realezas, monarcas, reyes desplazados e intrigas en la corte de la sabana. De hecho bien podría seguirse la cinta con los ojos cerrados y sentir que es la historia de cualquier monarquía pues la banda sonora borda en esta versión los giros del argumento.

Está de más el tema Spirit, cantado por Beyoncé, el cual colocan durante el retorno de Simba, demasiado moderno y alejado del espíritu, nunca antes mejor dicho, de la grandeza lograda por Elton John y Tim Rice en las canciones de la añeja.

Hay momentos que brillan, pocos, aunque la audiencia parece vivir una histeria colectiva en los instantes más importantes de la aventura. El problema de fondo quizás radica en que se caen las emociones a partir de personajes que parecen reales y que apenas manifiestan emociones en el rostro. Aquí no hay llanto, como sí había en la película animada cuando Simba ve a su padre muerto tras la estampida, por ejemplo. Tampoco hay tanto dramatismo en el cuadro en el que Skar lanza al vacío a Mufasa para que muera atropellado por los ñus, de hecho la escena no logra aguar los mocos como sí lo hacía la versión original.

Lo mejor, a título personal: la escena de vuelo del mechón del león prófugo que aporta emociones por lo intempestivo de su arribo a Rafiki, el reencuentro de Simba con Nala y su escena romántica -todo un culto a la belleza y la magia de Disney-, la versión del tema Hakuna Matata con más animales en escena, y la canción de Timón y Pumba previo a encontrarse con Nala.

En conclusión: tiene encanto pero le faltó magia.

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